26 feb 2017

Paisajes

8.

Desde que era bien pequeña, estaba convencida de que tenía el poder físico, real, de volverme invisible, la capacidad fabulosa de pasar desapercibida. 

Me sentaba en las tardes de verano, después de la siesta, en los escalones del portal controlando la respiración, fase previa del estado de invisibilidad. Al rato descubría, no sin asombro, que todas las células de mi cuerpo se habían vuelto escalón y que era imposible que alguien notara mi presencia. Era uno de mis juegos favoritos. 


9.

Me gustaba escribir lo que soñaba nada más despertarme. Había tres sueños que se repetían con regularidad, y los esperaba con ansiedad cuando tardaban en llegar.


10.

En el cole o estabas en el bando ganador o formabas parte de los raros, los no integrados, los que no contaban. Era otra forma de invisibilidad.


Presidía el bando ganador desde hacía años Isabel, que tenia la simetría enigmática de la belleza y sabía aprovecharse de ella. Una mañana, al entrar en los baños, me estaba esperando con su grupo. Me dijo que quería llamar la atención del chico de moda. Dejándome humillar delante de toda la clase por ella, podría formar parte del grupo. Creo que no me pareció mal o quizás es que no tenía nada que perder, así que dejé que me diera una pequeña paliza postiza. La humillación fingida siempre se lleva mejor. 


Formé parte del grupo, aunque seguía siendo leve y apocada, en clara distinción a las demás.  


Un silencio pertinaz y un aura melancólica me perseguía, marcaba las distancias y me  mantenía a salvo, alejada de los otros, los vitales.





Texto ®hilosylaberintos

14 feb 2017

Avon

6.

A mi abuela la llamaban 'la Lali'. 

Solo sabía escribir su nombre, Eulalia,  y cuando tenía que firmar lo hacía despacio y afanándose mucho. Le salían unas letras ganchudas y curvadas, pero muy bonitas. 


A Lali le daban miedo las tormentas, de cuando era pequeña y recogía garbanzos en el campo y los rayos caían a plomo sobre el terregal. En casa nos hacía cerrar las ventanas, las puertas y apagar la tele para que no entrara ninguno.


@hilosylaberintos

7.

Recuerdo a mi abuela haciendo ganchillo, tapetes y mas tapetes blancos donde reposaban jarritas, recuerdos de alguna localidad costera o despertadores. 

También hizo durante una temporada abanicos con hilo de nylon y con palitos de plástico, que luego vendía a las vecinas del barrio. Después de los abanicos llegó Avon a casa y mi abuela les compraba  todos los meses jabones rosas y ovalados, que Lali iba llenando pacientemente de mondadientes para transformarlos en cestitas primorosas que se fueron poniendo muy de moda. En todas las casas del barrio había una jabonera con forma de delicada mano blanca de Avon y una cestita de mi abuela.




8. 

Yo coleccionaba con nulo pragmatismo pegatinas de naranjas. Era una colección limitada ya que en esa época había poca variedad de fruta o de cualquier otra cosa. De pequeña buscaba lo diferente, una rendija en la cotidianidad que me permitiera escaparme de un espacio que no sentía propio. Las únicas fisuras que encontré fueron entre los huecos de los muebles de mi habitación. Seguía una rendija de sol y me colaba entre los cajones.






Texto e imágenes ®hilosylaberintos

11 feb 2017

Escaleras

3.

Nos recuerdo como una tribu perdida, una mezcla deshilvanada  con padres extremeños, gallegos, cordobeses... Todos hijos de la distancia, de la búsqueda de un lugar mejor en un Madrid que acogía ríos de emigrantes. 

Mi abuela había llegado desde un pueblo perdido y seco de Badajoz, con sus cuatro hijos a cuestas, por desamor. Cuando encontró aquí a su marido fugado, descubrió que había rehecho su vida y que tenía una querida y ninguna gana de ocuparse de sus hijos.



4.

A ese abuelo perdido solo lo vi dos veces en mi vida. Un día, tendría yo unos ocho años, fui a conocerlo con mi madre. Me dio varios billetes con rapidez, como deseando deshacerse de ellos, y desapareció. Yo pensé que tenía que ser rico. 

Lo volví a ver muchos años después, cuando se estaba muriendo, solo y apático, en un apartamento lacio y sin ventilar que tenía en la calle Reina Victoria. Fue un extraño en la familia, un arrepentido, un sin tiempo. Nunca me contaron su historia. 




5.

En sueños a veces veo las escaleras interminables de la calle en la que vivíamos. 

Las miro desde abajo, miro el acceso a una vida que ya no me pertenece, que se perdió al igual que la memoria de esos años. Solo me quedan retazos entre los dedos.


@Hilosylaberintos



                                     


Texto e imágenes ®hilosylaberintos